domingo, 31 de julio de 2011

¿Me repara mi paraguas por favor?

En mi casa sólo ha habido tres televisiones. En los 25 años de vida que Dios me ha regalado, sólo tres. 
La primera fue una televisión marca "Philco" blanco y negro, de esas que tenían patitas de madera removibles y se cambiaba el canal con una perilla como de estufa. Para ajustar el volumen se movían unas como palanquitas... un hermoso vejestorio de los años 60. 
 Detrás de ella, había la historia de ser el primer "símbolo de estatus" de mi familia, la satisfacción de mi abuela porque pudo ver al Papa, aunque fuera en la tele y la de mi madre de invitar a sus vecinas a ver "Siempre en Domingo".

Gracias a ella, durante mi infancia temprana,  veía a Chabelo cada Domingo religiosamente  a las 9 de la mañana (nunca se me ha dado madrugar) cantar "Perro Lanudo", "El gato loco" y hacer su patentada "Catafixia". 
Recuerdo a mi abuela cambiando el canal con una cuchara de cocina, porque la tele estaba arriba de un ropero y ella no alcanzaba. Esa imagen está en mi cabeza siempre que veo una cuchara de peltre. 

Un día, mi madre simplemente se aburrió, fue a una tienda departamental y cambió aquel mastodonte por una novísima Sony Trinitron de 21". Regaló la tele de mi abuela a su amiga y el mundo siguió adelante. Pasaron muchos años para llegar a la monstruosa pantalla plana que hoy ocupa el diminuto espacio de la sala de mi casa, que me recuerda día a día: vives en el siglo XXI.


La verdad, es que jamás le perdoné a mi madre haber dado esta televisión. Un día hasta le exigí pedirla de regreso. Cosa, que obviamente fue imposible.


Yo sufro estos tiempos donde todo pasa de moda en un abrir y cerrar de ojos. Donde la tendencia pareciera ser dejar atrás y abrazar con brazos y piernas la modernidad.
No digo que no sea tentadora. En la empresa donde trabajo me regalaron un iPad. Después de tenerlo arrumbado 2 meses, un día por fin decidí usarlo y debo confesar que un día quería picarle con el dedo a la pantalla de mi Laptop para abrir un link y que cuando la agarro y la siento en mis piernas, me parece pesada e incómoda. En ocasiones pienso que así es tener una aventura. Lo nuevo te seduce con su esencia desconocida y aquello que ha estado contigo siempre te empieza a parecer viejo y aburrido. Siéndole fiel a mi Lap, he prometido hacer todas mis entregas en ella.




Para mí, todas las cosas guardan historias. El valor de un mueble jamás es el monetario, si no que representa una etapa. Es el reflejo y testigo de la vida que has vivido. Realmente qué tanto importa el material del primer comedor  familiar. Si fue barato y ordinario o si fue de la más fina caoba. Lo que en verdad tiene valor es que conserves aquel en el que has compartido el pan, hecho tareas, te has recargado a llorar, te has peleado, reconciliado.... me recuerda la canción de Delgadillo "La mesa de la cocina" donde narra cómo una mesa atestigua la relación de una familia.




Por años he peleado con mi madre y su afán de deshacerse de las cosas. Tengo sin embargo, la mala costumbre de no explicar mucho, porque yo creo que la gente me entiende.  Yo sólo me encerré en mi enojo por días cuando donó a la tómbola de la iglesia un juego de té de mi abuela o tiró la estufa donde yo jugaba a ser hornear pasteles imaginarios.
-"Lore, si ya tenemos esta nueva, ¿para qué ibas a querer esa estufa? Está vieja y además, al rato que falle, nadie la sabrá reparar"
- "Pues aunque fuera de librero o para meter mi ropa, pero la hubiera usado". 


El día que le conté cuánto me había dolido que tirara aquella tele y cómo le dejé en claro que mi librero, el ropero de mi abuela y su consola Stromberg Carlson que aún toca discos de 40 revoluciones eran S-A-GR-A-D-O-S, ella cambió mucho su punto de vista sobre conservar.
Le metí también mi rollo ecológico de que es importante usar las cosas lo más que se pueda, porque cada cosa que dejamos de usar va a parar directamente a generar más basura, que se entierra en la tierra y que el pobre planeta no puede ya con más.
 
Ayer, cuando nos bajamos del coche, descubrió que su paraguas con mango de pato que yo le traje de Ixtapa una vez, (sólo porque tenía un pato y a ella le gustan), ya no servía. 
"-¡Ay, ya no abre mi paraguas Lore!"
- "Bueno, ya te tocaba estrenar". Repuse riéndome.
-"¡No! Voy a buscar quién me lo repare".











domingo, 17 de julio de 2011

ONG: un nuevo camino.





León, Gto. Viernes 15 de Julio de 2011

Fecha ya marcada en mi calendario como "obligatoria". Estoy en mi cocina, partiendo lechuga, picando mangos, almendras, tengo en la estufa reduciendo vinagre...; ésto de ser Chef te obliga a llevar comida a donde quiera que vas. Muchas veces me zafo del asunto llevando una elegante botellita de vino tinto, pero esta vez no puedo. 

Mi madre tiene muchos grupos de amigos. Por alguna extraña razón, en todos me invitan a mí. No creo que tenga que ver sólo con la comida, o con el hecho que los hago reír bastante. Creo que tiene que ver más con el amor que me profesan desde que estaba en el vientre. Y como ellos me caen bien, pues pongo mi ensalada en una bonita fuente, la baño de vinagreta, la envuelvo y nos vamos.

La casa de Yolanda es muy grande y siempre está llena de gente. Tiene cuatro hijos y todos ya tiene novios o novias. Así que entre el barullo, el "buenas noches" el  "qué te sirvo", me encuentro con rostros de personas que aprecio de verdad, aunque casi nunca vea. 
El grupo con el que esta noche nos reunimos es un grupo que un día fue de oración. Dos parejas y tres solteros. Mi tío Julio es el que mejor me cae. Gay declarado y muy regionalmente famoso psicoterapeuta, es un show.

Nos platica con mímica y todo que en sus inicios como maestro rural, se hizo una campaña de salud dental en su escuela. Se convoca a junta a todos los padres de familia. En su mayoría van las abuelas, porque algunas madres trabajan y los papás, pues ahí no se asoman, éso es "asunto de viejas".

La dentista procede entonces a explicar que se van a realizar de manera gratuita limpiezas dentales. Ipso facto una viejita levanta la mano y le dice "apúntimi". Continúa la doctora diciendo que las personas beneficiadas tendrán que realizar alguna actividad en la escuela, como remozamiento, limpieza, etc, a manera de retribuir un poco, a lo que viene una inmediata respuesta de la señora "disbórrimi". 
-"Pero bueno, además de la limpieza, si alguna de sus piezas necesita reemplazo, se les hará sin ningún costo"
-"Apúuuuuuuuuuuuuuuuntimi"
-"Sin embargo, sí va a ser necesario cubrir un número de horas en apoyo"
-"Dsibóoooooooooooooooooorrimi"

Con esa simple anécdota, las risas de todos inundan aquel comedor lleno de luz y manteles blancos. Toda la velada se va entre chistes, copas de vino tinto, resentimientos de 40 años entre ellos, "como cuando no me invitaron", "como cuando no fuiste"... y muchas, muchas, muchas, risas. Otras historias se van haciendo chascarrillos recurrentes durante la noche. Yo los veo y me parece increíble. Los escucho y percibo en sus historias grandes deseos de superación, trabajo duro y constante, esfuerzo, estudio, tenacidad y un corazón generoso, para mantenerse fieles a quienes son. Mantener los mismos amigos desde hace 40 años no es fácil. Nueve historias de éxito, nueve historias de amistad.

Y luego la plática se pone seria. Les preocupa el mundo actual. Julio está en contacto con adolescentes de 12-14 años que hablan ya de sexo y condones. Y él bueno, pide a grito abierto sus sales pa la presión. Sergio es profesor universitario, nos muestra una redacción de sus alumnos... misma que nadie entendemos. Los demás, guardamos silencio... hay en la mesa dos ingenieros, una trabajadora social jubilada, una directora de escuela por retirarse y mi madre, investigadora en educación retirada.

Entonces Julio lanza el anzuelo: vivimos en una sociedad terrible. Los adolescentes traen las hormonas desatadas. En especial las niñas. Paz comenta que es como si estuvieran vengando los años de represión de las abuelas y las madres, las niñas de ahora parecieran haber tomado un estandarte en sus mentes en donde “ahora me toca a mí” hacer todo aquello que hace 20 ó 30 años jamás se hubiera pensado si quiera.
“-Necesitamos hacer algo…. concretamente, una ONG”.

Las negociaciones no son parte de esta entrada. Yo sólo me pregunto, ¿cuántos grupos como éste hay en México? ¿A todos nos preocupa la sociedad que vivimos? ¿Cuántos estamos dispuestos a ponernos a trabajar en esto? ¿Cuáles son los recursos?

Creo que hoy en México confluimos personas con toda la experiencia, como estos personajes de la vida real y los jóvenes a quienes también nos inquieta el mundo de hoy. Ante un escenario político poco alentador como el actual, ¿no es inspirador pensar que las respuestas para México están en nuestras manos?

Sé también que en México el Tercer Sector no es tan sólido como en otros países, pero escuchar a estas personas, me da optimismo. Porque seguramente son muchos los profesionistas, experimentados o jóvenes en nuestro país, que están pensando en cómo hacer una diferencia.

Yo creo que sentarnos a esperar respuestas totales de los gobernantes no nos está funcionado bien, así que yo ya le dije a mi tío Julio “apúuuuuuuuuuuuuuuntimi” en el voluntariado. Seguro donde quiera que estés, hay una ONG esperando por ti.

Hasta pronto.
Lore