Mil gracias a todos los que hacen favor de leerme. Hace unos días dejé de cerrar mi changarro tuitero con las afirmaciones de que "no es Navidad....", por motivos de salud. Pero quiero aprovechar para compartirles por qué me gusta la Navidad y cómo es que yo la entiendo.
Me remonto a mis siete años. Mi abuela acababa de morir. La primer Navidad sin mi abuela fue la más fea. Lo recuerdo. Todos estábamos deprimidos. Creo que no la festejamos ese año.
Mi madre, académica de formación y una mujer brillante hasta la médula, jamás me permitió creer en Santa Claus, Los Reyes Magos, El niñito Dios o similares. Hay quienes dicen que eso " me traumó"... yo le agradezco cada día de mi vida. Ella renunció a un método fácil de chantaje, a mí me hizo responsable.Jamás cumplí yo en la escuela "porque si no no me van a traer nada los Santos Reyes". Aprendía porque era mi obligación. Punto.
Recuerdo que un dia, tomó mi má la Biblia (tenía yo unos tres o cuatro años y ya sabía leer) y leímos juntas el Evangelio de la Epifanía.
Y recuerdo textuales sus palabras: "y desde entonces, los padres, en recuerdo de esos regalos y POR AMOR, cada seis de Enero traen regalos a sus hijos. Pero son sólo símbolos del amor y del recuerdo. Y no son regalos que surjan por arte de magia. Así que, yo te regalaré siempre lo que pueda el seis de Enero y es con mucho amor".... Y pues del gordo del Santa... pues la explicación de que era un Obispo. Y del niñito Dios, pues que el niñito no era "regalador de cosas", que el regalo más grande, era la salvación. ( y a Lorencita, en ese momento, le salía un signote de interrogación de su cabecita, pero le daba hueva preguntar, entonces se hacía pato)
Respecto al arbolito.... la explicación de que esa no era una tradición mexicana, y mejor poníamos un nacimiento.Cuando platico estas experiencias, la tendencia siempre es a pensar que mi madre no me dejó tener infancia. La verdad es que yo tuve una infancia envidiable.
Lo de los Reyes se volvió la mejor aventura: ahí me tienen cada cinco de Enero volteando la casa trantando de descubrir mis regalos. Luego, el mero seis, había un rally por toda la casa, que iba desde descifrar pistas, hasta ir desenvolviendo papeles de dulces con cinco centavos dentro por un caminito que llevaba de un regalo a otro. Mis regalos rara vez fueron costosos, pero siempre fueron inteligentes y para el cultivo de mi formación. Y nunca incluyeron ropa ni libros. (gracias mamita)
Bueno, esa parte se resolvió, pero el árbol... el árbol.Yo A-M-O mi tía Blanchis. La A-M-O. Ella y mi madre son agua y aceite. Son las mejores hermanas del mundo. Y no son de sangre. Son amigas desde los trece y dieciséis años respectivamente.
En casa de mi tía Blanchis, había cada Navidad, un hermoso pino lleno de adornos, que Lore observaba. Y luego venía la labor -"Mi tía no es estadounidense y tiene arbolito, ¿por qué nosotros no?"
¿Qué iba a hacer mi madre? ¿Perder su batalla y dejarme caer en las garras del consumismo posmoderno y adoptar tradiciones que no eran las nuestras? J-A-M-Á-S.
¿Qué hizo? Fácil: salió a recorrer las calles de la colonia (que en ese tiempo, era como la orilla de la orilla de la orilla) y encontró una rama seca lo suficientemente alta, robusta y con follaje para fungir como "árbol-nicho-del-nacimiento". La pintó de blanco y le colgamos mini esferitas de muchos colores, porque era un conjunto de ramas delgaditas, no aguantaba más peso.Unos "foquitos" terminaron de hacer ver aquella rama como de ensueño.
Por algunos años ese fue mi árbol. Hasta que llegaron a mi vida los gatos... y pues árbol, nacimiento y todo se tuvieron que dejar de poner, porque ya era imposible seguirlo haciendo. (porque mi gato favorito estaba empeñado en aventar al piso al niño Dios para echarse él en el pesebre, mientras que el otro dejó sin cabeza a todos los pastores y demás)
Creo que nunca había dimensionado cuánto amaba yo mi árbol de Navidad. Porque era mío, era único, lo habíamos hecho nosotros, no era agringado, era perfecto. Y hace un par de semanas, caminando por una tienda departamental: algo muy, muy, muy similar a mi árbol yacía en el pasillo navideño.
Las lágrimas corrieron a mis ojos ante los muchos recuerdos que venían con la quasi rama de Lore... y no dudé ni dos minutos en sacar mi tarjeta... sólo que mi madre, al ver mis lagrimillas, ya se me había adelantado.
Navidad es mi época favorita del año no por los regalos, ni por las decoraciones ( que, confieso, me da más bien flojera poner), ni por la musiquita que luego harta oír hasta debajo de las tazas, ni por los horribles juegos de baño con el Santa tapándose los ojos. Creo que todos tenemos un recuerdo, o muchos, tristes, alegres, de pérdida, de ganancia, de pobreza, de riqueza, de exclusión, de inclusión... que se relacionan con la Navidad. Y evocarlos nos permite ser empáticos. Por ende en Navidad, la gente trae otra vibra.
Claro que hay algunas cosas horribles: las interminables filas en las tiendas, el gasto y endeudamiento excesivo en regalos costosos, los intercambios donde uno nunca obtiene un regalo por lo menos útil, el desperdicio de comida, el tráfico, los carros con cornamentas de renos (#yaquemepinchemuera).... pero dejando todo eso de lado, la energía sí es más positiva, es una época donde hay más apertura a que lo bueno suceda.
Por eso, por la disposición humana a recibir "su milagro navideño" es que yo desearía que siempre fuera Navidad.
Hasta pronto:
Lore
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