A petición de mi héroe del día: Re
Empezó hace seis años en Julio. Vivía yo entonces en Ixtapa. Guerrero es un estado amarillo, Guanajuato en ese entonces era más azul que ahora. Las recomendaciones de los locales a todo el equipo de León que radicábamos allá fue:"váyanse, porque si no gana López Obrador, no sabemos cómo se pueda poner".
Sin hacer caso, fuimos a buscar la casilla de turistas para votar. No fue la excepción: pocas boletas, filas, horas, turnos, miedo de no poder votar. Pero a mis veinte años y sin haber votado nunca en una elección federal, mis entrañas decían: "voy a votar, pase lo que pase, no importa lo que tenga qué hacer, voy a votar por Felipe Calderón".
Después de ocho horas bajo el rayo del Sol de Ixtapa, crucé con la mano temblorosa de emoción, no de duda, las siglas del partido que para mí lo representaba todo. Crucé el nombre del hombre que se había opuesto a Fox y sus abusos a la vida interior del partido, queriendo imponernos a Creel. Crucé: "Felipe Calderón Hinojosa". Crucé la esperanza de un México ordenado, libre de corrupción, industrioso, pujante, justo, libre de expresarse. Crucé la promesa de las oportunidades para los jóvenes de empleo. Le di mi voto, le di mi confianza, le di mi bendición.
Regresé al cuarto en el que vivía. Sin televisión. Dormí tranquila, cansada, con la piel ardiendo por las quemaduras del sol.
Desperté con la noticia en la cocina: Felipe era presidente. Mi alma sintió un alivio. Y me puse a trabajar.
A lo largo de los seis años, fui testigo de sus decisiones valentonas. Del rechazo a algunas de sus políticas públicas. De las críticas a la crisis de seguridad que el país presentaba. Escuché, di la razón a muchos de sus críticos en cuanto a replantear rumbo en ese combate frontal al narcotráfico.
Para mí, finaliza el sexenio en que jamás he estado sin empleo y mi mejor amigo ha rechazado cuatro. Finaliza el sexenio en que la libertad de expresión me permitió ir a San Lázaro a impulsar ReformaPolíticaYa en plena libertad. El sexenio en que puedo vivir sola y solventarme aún sin ejercer mi profesión.
Termina el sexenio en que el esposo de Martina, la señora quien nos hacía el favor de limpiar la fábrica donde trabajé alguna vez, fue operado completamente gratis de una severa condición cardiaca.
Termina el sexenio de los PanAmericanos en México. Termina el sexenio donde dos de nuestros coolaboradores en Torreón murieron, víctimas de un fuego cruzado. Termina también la amenaza bajo la que vivían mis primos, comerciantes de papas, quienes fueron por muchos años víctimas de extorsión y pagaron cuotas.
Hay quienes dicen que el mejor indicador del fracaso de Felipe fue "no mantener la presidencia en las manos del PAN". Yo difiero. Sé que hay teorías electoreras que dicen que los electores reeligen o castigan los buenos gobiernos y por ende, el de Felipe fue malo, porque AN no sostuvo la presidencia. Yo a eso le llamo príismo y para mí es una clara señal de que Felipe ejerció un gobierno donde sin importar las consecuencias en las urnas, hizo lo que mejor consideró. Eso es un líder. Su decisión tal vez fue desafortunada, costó vidas, costó la alternancia. Pero justamente eso, la alternancia, es para mí un buen síntoma de democracia y de un gobierno que se ejerce con convicción.
No existen los gobiernos perfectos ni las responsabilidades absolutas sobre los gobiernos federales. Los estados rojos son para mí los grandes deudores de este sexenio, no Felipe.
Así que, haciendo memoria de aquello que esperaba cuando voté hace seis años por Felipe, le digo con una enorme sonrisa:
Felipe, nada me debes. Felipe, estamos en paz.