jueves, 3 de abril de 2014

Welcome to DF, mezcal, pistola y marihuana



No sé cómo sacarme de la cabeza: "también a quién se le ocurre salir por cigarros a la una de la mañana".

Esa es la línea que junto a las palabras de mi asaltante dan vueltas en mi cabeza una y otra y otra vez.

Les toma menos de 40 segundos despojarte de todo cuanto llevas contigo. En mi caso, sólo mi celular maizoro, que en serio, no llegaba a ni dos mil pesos el costo. Nunca he sido de comprar cosas costosas ni de joyería ostentosa.

Estábamos esperando a que nos abrieran la puerta comiendo rancheritos. Literalmente, yo tenía en mis manos una bolsa de rancheritos  a medio comer y mi celular marca "fiesta".

Y uno piensa, "ando en la Roma Norte, ando en jipsterlandia, no me puede pasar nada".

Mientras platicábamos de no sé qué, se detiene un taxi de la ciudad de México, de'sos guinda con dorado. Yo volteo y pienso que son vecinos, así me quedé viendo fijamente para dar las buenas noches...  pero al ver su ropa, sé de inmediato, en milésimas de segundo, que algo no está bien.

El sonido de la pistola al cortar cartucho me lo confirma.

-"'Ora sí reinitas, no se muevan no digan nada porque les meto un pinche balazo" mientras a mi amiga la apuntaban en la cabeza y yo sentí el cañón en mis costillas por la esplada.

-"El celularcito, la carterita, el collar, la cadena, los anillos, todo, rápido" en un tono que era casi un murmullo y a una velocidad que te da casi nada de margen de reacción más que seguir las órdenes que te están dando.

Cuando mi asaltante me jaló el pelo para ver si no traía collar e intentó quitarme mi chamarra (esa es gringa y de diseñador, creo que valía más que el celular) pero se arrepintió al sentir mi humanidad temblar, en ese instante entendí: "nos están asaltando".

Y ahí es donde todo se pone peor, porque entonces vuelves en ti. Hasta después de todo, entendí lo que pasaba y busqué los ojos de amiga, que se abrían con el mismo asombro que los míos. Todo esto pasó en menos de un minuto.

Nos quitaron nuestras Heineken y los cigarros, los celulares, la cartera, los anillos... y yo moví la cabeza a lo que el líder y quien despojó a mi amiga gritó mientras se alejaba y subía de nuevo al taxi: "agachadita mami o te disparo". Yo aún temblando, con las manos arriba y mi bolsa de rancheritos en una, bajé la cabeza mientras escuchamos el taxi partir.

Mi amiga me abraza y sale un vencino a preguntar si estamos bien y a explicarnos que le estaba hablando a la patrulla, pero que no contestaban.

En los micro instantes que yo voltée para dar las buenas noches, vi al líder de la dupla. No debía tener más de 18 años, 1.70 de altura aproximado, pelitos parados, piel quemada y requemada, no usaba playera, más que una sin mangas. El que me despojó a mí era moreno, 1.75 aprox, usaba una sudeadera con capucha gris y seguramente, alcanzaba a penas los 16.

Mi primera reacción, después de como llorar pa'dentro y tratar de comunicarme con quienes podrían ser extorsionados al tener mi contacto, cambiar mis contraseñas de correo de trabajo, redes sociales, etc... fue pensar: "necesitamos más vigilancia" y encabronarme con el taxista por prestarse a semejante cosa.

Luego pensé que tal vez al taxista también lo habrían sometido y obvio, no le iban a pagar nada.

¿Más vigilancia en la Roma Norte? ¿Dejar de salir en las noches? ¿Dejar de caminar e intentar comprar un auto y manejar en esta jungla de asfalto?

Yo creo que ninguna. Finalmente estamos hablando de dos jóvenes que se dedican a robar con toda la pericia del mundo sin haber alcanzado ni los 20 años.
¿Cuál será su historia? ¿Qué los trajo acá?

Más justicia social, diría yo.





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