Tener quién compre todo por ti, aunque sea con tu propio dinero, es una forma cómoda de vida. Así fue mi vida hasta hace unas semanas. Podría parecer que no entiendo el valor monetario de las cosas, pero no es así. Muy por el contrario, vivir sola me hizo darme cuenta del costoso estilo de vida que mi madre lleva y al que de un modo, me arrastraba.
Un día, platicando con un roomie, me decía cómo programa sus gastos. Me mostró sus listas de cosas pendientes, lo que iba a comprar en qué quincena, cuándo manda su ropa a la lavandería, cuándo manda a bolear sus zapatos... todo perfectamente calendarizado. Es más, le pone cuadritos a sus listas y va palomeando lo que va haciendo, de ese modo, garantiza que nada se le olvide y siempre tiene todo al corriente y en perfecto orden. Sonreí y le dije que me parecía que eso de ser organizado era mucho trabajo. Se encongió de hombros y desnucadoramente me dijo: "ser desordenado implica mucho más trabajo".
Me vine a mi cuarto, sienténdome la persona más desordenada y culpable del mundo. Prendí el boiler, rezando a todos los santos que conocía para que no explotara, porque eso de prender el boiler es una experiencia completamente nueva para su servidora y me metí a bañar. Me percaté entonces que mi shampoo estaba próximo a terminarse y sabía perfecto que no iban a ser ni cien ni doscientos ni trescientos pesos lo que me iba a costar reemplazarlo. Mientras me bañaba, pensé que sería una buena idea comenzar a hacer presupuestos sobre mis cigarros, el shampoo, el desodorante, la crema de contorno de ojos que me cuesta una forutna y así como mi roomie, tener listas programadas para comprar lo necesario en cada quincena.
Salí de la ducha y me quedé pensando. Me quedé sólo sentada en la cama pensando. Tenía toda la intención de hacer listas, pero no tenía agenda, ni calendario, ni post its ni nada de esas cosas que polulan en el organizado escritorio de mi roomie. Pensé que tenía el aipad. Ahí hay calendario. Luego pensé que sólo la prendo para tuitear o usar mis flashcards en clase y que seguramente, nunca revisaría la agenda. Y luego vi el reloj y era tarde para irme a trabajar.
Pasaron los días y mi coche se descompuso. Y todo mi dinero se fue en dar el adelanto para que esté más rápido. Me di cuenta que tenía un algo de dinero ahorrado y que si no fuera por el carísimo tratamiento de riñones que estoy pagando, las visitas a la psicóloga que están por concluír, (porque no estarán pensando que me salí de mi casa sin ayuda profesional ¿verdad?) y el dinero que tuve que invertir en ropa formal, habría podido comprar sin problemas mi shampoo y pagar la reparación.
Entonces me di cuenta que no necesito listas. Que vivir sin sistema es mi sistema. Y me funciona. Y me funciona muy bien
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